Ananké. Fotografía de Luis Marín 2010

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José María Seoane
Flacosinfín. La esperanza siempre es verde. 2010


En el año 2010, la ruptura de diferentes proyectos  en los que venía trabajando, la necesidad de continuar mi exploración en el quehacer  teatral y la búsqueda de referentes me condujeron, por medio del azar, con la compañía Gente teatro de títeres y actores
.
Así fue que llegué a la cálida casa de Cecilia Andrés y Rogelio Luna que se encuentra en las afueras de Cuernavaca, rodeada por la tranquilidad de la naturaleza y habitada por decenas de muñecos y títeres que invitan a quedarse,  por ser un ambiente  ideal para el trabajo creativo.

En un principio, mi intención era participar en un taller que me acercara al trabajo escénico del clown y el teatro de objetos pero, poco a poco, la plática amena, la apertura de los tres a través de las diferentes concepciones del teatro, la historia de vida que cada uno iba dejando entrever, produjo un acercamiento tanto profesional como humano que fue transformando mi proyecto de taller en un trabajo personal que anhelaba hacer, sostenido por la dirección de la compañía Gente.  

Durante dos meses y medio, con dos o tres veces a la semana, me instalaba en la casa de Huitzilac, donde desarrollábamos largas jornadas de trabajo que empezaban desde la mañana hasta el anochecer, compartiendo desayunos, comidas, meriendas y cenas que se volvían una continuación del trabajo a través de pláticas que nos mantenían constantemente conectados en la labor que estábamos realizando.

Una casa que se volvía salón de ensayos, escenario, taller de construcción de objetos, sala de video, y mesa de plática.  

La intimidad que descubrí en este encuentro, acompañado de una técnica que busca el subtexto que propone el trabajo del cuerpo y el azar que sucede en la relación que se hace con el juego de los objetos, dispara un discurso auténtico desde la dirección de Cecilia Andrés y la dramaturgia de Rogelio Luna.

Para mí, personalmente, esta experiencia significó encontrar un modo de vida, un hacer cotidiano, una elección de vivir cerca del teatro y una manera de trabajar el ser artista en medio de un mundo donde pareciera que el arte no tiene lugar de ser.

El haber trabajado con Gente me acercó al trabajo con objetos, a los títeres, relación que no había tenido tan de cerca en mi trayectoria como actor. Esto, para mí, significó encontrar un mundo nuevo de juego, otro estar del actor en la escena, otra forma de concebir el teatro en mi búsqueda como creador escénico.